Madrid. Otra vez Madrid. Tras varias semanas en las que la conversación política giraba, sobre todo, en torno a dos temas más favorables al Ejecutivo, vivienda y Doñana, el debate cambió de signo. Al menos por unos días, pero está por ver aún el recorrido en las próximas jornadas. Y la contorsión la provocó Madrid. Justo cuando quedan ya menos de cuatro semanas para unas elecciones autonómicas y municipales que se presentan extremadamente reñidas para PSOE y PP, en las que ambos se juegan mucho. Muchísimo. Porque además las generales vendrán muy poco tiempo después, antes de que concluya este 2023.
Los actos por el Dos de Mayo, fiesta de la Comunidad de Madrid, absorbieron una tensión institucional insólita, a la vista de todos. Ya se venía arrastrando el conflicto en los últimos días, después de que el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso acusara al ministro Félix Bolaños de «autoinvitarse» a la celebración y clamara contra su «provocación«. Sí estaban invitadas las ministras Isabel Rodríguez —que declinó asistir— y Margarita Robles, que en su caso había solicitado acudir porque este era el primero en tres años que podía organizarse la parada militar. El Gobierno hizo valer que es él quien decide quién le representa en los actos, y no queda a criterio de los ejecutivos regionales.
La cordialidad inicial fue un espejismo. Porque todo se rompió en el desfile militar. Ahí se produjo el forcejeo con la jefa de Protocolo de Ayuso, Alejandra Blázquez
A primera hora de la mañana, no obstante, el peligro de choque parecía alejarse. El equipo de Ayuso había colocado una silla para Bolaños junto a la de Robles, en primera fila, en el patio de la Real Casa de Correos, la sede de la Comunidad de Madrid, que iba a acoger la ceremonia de entrega de medallas y condecoraciones. Ayuso incluso citó a los dos ministros en el pasaje de su discurso dedicado a los saludos a las autoridades. Y ellos dos —fuertemente abucheados a su llegada a la Puerta del Sol, por cierto— incluso habían sido recibidos por el vicepresidente regional, Enrique Ossorio, y por el director de Gabinete de la presidenta, Miguel Ángel Rodríguez.
Pero esa cordialidad inicial fue un espejismo. Porque todo se rompió en el desfile militar, en Sol, en el exterior de la Real Casa de Correos. Ahí se produjo el forcejeo con la jefa de Protocolo de Ayuso, Alejandra Blázquez. Ella fue quien impidió a Bolaños acceder a la tribuna de autoridades. Quien le bloqueó el paso hasta físicamente, pese a la presión del director de Protocolo del ministro, Jose Vicente Monleón.
Sol alega que el ministro no estaba invitado y «sabía que no podía» subir al palco, y que Robles representaba al Ejecutivo de Sánchez
«Le rogamos que por favor se cumpla la normativa. Sobre la marcha, bajo ningún concepto [puede acceder]. Tenemos una organización perfectamente establecida», decía ella. «El ministro de España tiene que subir», insistía él, sin éxito. «La representación institucional está perfectamente establecida. Por eso una ministra de España [sube]. Estamos cumpliendo toda la normativa. Si hubiera aquí 23 ministros, no podrían subir los 23», siguió Blázquez. Por megafonía se daban ya indicaciones del arranque del desfile.
Bolaños tuvo que quedarse en el corralito reservado al resto de autoridades, pero no pudo acceder al palco de honor. En él solo estaban Ayuso, flanqueada por Robles y Feijóo, además de la presidenta de la Asamblea regional, Eugenia Carballedo; el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, el vicepresidente de la Comunidad, Enrique Ossorio, y el jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad), Teodoro López Calderón. Bolaños siguió el desfile con gesto serio. Igual que Robles, desde la tribuna, visiblemente incómoda, nerviosa, parapetada en sus gafas de sol. Deseando que la parada militar concluyera cuanto antes, deseando que aquellos minutos «desagradables» acabaran ya, admitían después desde su entorno. Ella se sentía atrapada, contaban, porque oía a su espalda el lío mientras el desfile, de la que ella era la máxima responsable, estaba comenzando.
Para Almeida, el ministro quiso «ir de okupa»
El Ejecutivo cargó de inmediato contra Ayuso por «incumplir» la normativa —el artículo 12 del real decreto 2099/1983 impone que en los actos institucionales en las comunidades autónomas los ministros (en plural), aunque por debajo de los respectivos presidentes regionales, siempre queden por delante del jefe de la oposición y del alcalde—, por saltarse la ley, por faltar a la «lealtad institucional». Por utilizar la Comunidad de Madrid, en fin, como su «cortijo» particular. Como la finca del PP. Y recordaban que en 2018 el entonces presidente regional en funciones, Ángel Garrido, estuvo acompañado de quienes eran vicepresidenta y ministra de Defensa del Ejecutivo de Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal.
La Moncloa salió muy escaldada de la campaña autonómica de 2021, cuando Sánchez sí que se encaró con Ayuso y eso la victimizó. El presidente tuvo que corregir su estrategia
El Ejecutivo regional esgrimió que la representación descansó en Robles, porque ella había sido la invitada y no Bolaños, que «sabía que no podía estar«. Para Almeida, él había querido ir «de okupa» a la Real Casa de Correos, «forzando las costuras».
Las imágenes de este Dos de Mayo eran un auténtico «bochorno«, como reconocían dirigentes socialistas de distintos territorios, que nadie sabe muy bien a quién acabará beneficiando y si contaminará decisivamente el trayecto final hasta el 28-M.
Porque coleo es probable que este nuevo capítulo de desencuentro entre Ayuso y el Gobierno de Pedro Sánchez lo tenga. Los socialistas, no obstante, rechazan estirar el chicle. Por lo pronto, el presidente, en un mitin por la tarde en Málaga, no aludió en ningún momento a Ayuso, y apenas invocó la «lealtad institucional» para garantizar que su Ejecutivo seguirá apoyando la candidatura de la ciudad como sede de la exposición internacional de 2027, gane quien gane el 28-M. No sorprende: la Moncloa salió muy escaldada de la campaña autonómica de 2021. Entonces, en un primer momento, Sánchez entró al cuerpo a cuerpo contra Ayuso para ayudar a su candidato, Ángel Gabilondo, pero la presidenta, según la lectura del partido, acabó utilizando aquellos ataques a su favor, para comparecer ante los votantes como «víctima«, y sobre la marcha se tuvo que reconducir la estrategia. Desde entonces, el presidente ha evitado el cara a cara con ella, aunque ella siempre intenta buscarlo de manera directa. Ahora creen que ella perseguía de nuevo las cámaras porque se sentía desdibujada respecto al presidente andaluz, Juanma Moreno, en la diana del PSOE por Doñana.
«Esto no tiene más. Está en un real decreto, el que ordena las precedencias en el Estado. Si se lo saltan y hacen lo que quieren, pues nada. Ayuso en su pura esencia. Confrontación por la confrontación«, valoraban en Ferraz. La presidenta «cruza todas las líneas rojas del respeto institucional y el sentido común. Hace del conflicto su bandera, y de Madrid su catapulta para aparecer en medios de comunicación de ámbito nacional», zanjaban. Pero la dirección federal y el propio Sánchez querían poner el acento en otro lugar: en la reunión casi «clandestina» que Feijóo mantuvo con fiscales conservadores, según relató El País. El jefe del Ejecutivo se preguntó para qué el líder de los populares se citó «a hurtadillas» con ellos. Se contestó: «Para asumir compromisos de derogar avances sociales«. Y luego se volvió a emplear en Doñana y vivienda. Para el jefe del PP, se trataba de un encuentro de pura normalidad institucional.
Ayuso en su pura esencia. Confrontación por la confrontación», dicen en Ferraz, que quiere poner el foco en Feijóo y su cita con los fiscales conservadores
El propio Bolaños, antes de que la jefa de Protocolo de Ayuso le vetara el acceso a la tribuna de autoridades, en declaraciones a los medios quiso igualmente interpelar a Feijóo por ese encuentro con fiscales conservadores. Su única referencia al desencuentro con el Gobierno madrileño en los días previos era esta: «Lamento decepcionar a los crispadores, a los odiadores, a los que se inventan mentiras para generar líos, a los que viven cómodos en el enfrentamiento porque no voy a dedicar ni un segundo al tema que se ha puesto de manera artificial encima de la mesa».
El ministro «lo dejó estar»
Esa era la línea argumental de la Moncloa: que no iba a entrar en el «juego» de Ayuso, que había creado una polémica «artificial», «sin base», para sacar rédito electoral a su choque con el Gobierno para tapar otros temas que sí interesan a los ciudadanos y por los que debería rendir cuentas el 28-M, desde la sanidad a la educación, pasando por la gestión de las residencias de mayores en la pandemia o el estado del transporte. Y es que este martes estaba convocada una protesta por los afectados por la línea 7B de metro en los aledaños de Sol que quedó totalmente opacada por la disputa de protocolo (y política) en los actos institucionales.
En la Moncloa subrayan que no han «alimentado» la polémica ni él forzó, con el personal de seguridad, su acceso a la tribuna. En el Gobierno creen que es Ayuso la que se retrata como «autoritaria sin límites»
Fuentes próximas a Bolaños negaron que él forzase el choque con la dirigente del PP. «No hemos alimentado nada en los días previos, ni hoy [por este martes] tampoco», contaban. Insistieron en que el ministro no utilizó al personal de seguridad para vencer el bloqueo de la jefa de Protocolo de Ayuso, que simplemente intentó subir a la tribuna, como le corresponde por el cargo, que se le negó el acceso y «lo dejó estar«, se fue, regresando a su sitio original. «No sabemos si esto ayuda o no. La gente progresista ha vuelto a ver quién es esta mujer. Una autoritaria sin límites, dirán los progresistas y la gente de centro. Pero no creemos que tenga más recorrido. No da más de sí«, remacharon.
La tormenta se llevaba incubando desde días atrás. El Gobierno regional había invitado este año no a Sánchez, como ocurrió en 2022 —él no fue y delegó entonces por escrito en Bolaños, y este ocupó su lugar—, sino a la ministra portavoz. Pero la Moncloa decidió que enviaría al titular de la Presidencia, y que él asumiría la representación del Ejecutivo junto a Robles. El Departamento de Protocolo de Presidencia había anticipado primero que acudiría él, contaban este martes, y luego demandaron, el sábado pasado, el guión de los actos institucionales y la ubicación prevista para el ministro. No hubo respuesta. Este 2 de mayo, Blázquez mostró la silla reservada para él en el interior de la Real Casa de Correos.
Pero cuando el equipo de Bolaños, siempre según su relato, advirtió que no se contaba con él para la tribuna de autoridades, se encontró con la misma respuesta de Sol: no estaba invitado, no podía subir. Como Presidencia presionó, insistiendo en que el ministro tenía que estar al lado de Robles, pensó que habría cesión. No la hubo. El momento del choque, decían, fue «muy violento». Pero ineludible. «Nunca» había sucedido un capítulo así con otra comunidad. «Todo esto siempre se negocia, se habla con los gobiernos regionales, con plena normalidad», apuntaban, remarcando que no hay «invitaciones personales», porque una comunidad «no puede elegir al ministro X o al ministro Y, como si fuera un catálogo, y esto por eso sienta un peligroso precedente». «¿Qué diría el PP si esto lo hubiera hecho el president Pere Aragonès?», se preguntan fuentes gubernamentales.
En el Gobierno reconocen que quizá pudieron confiarse. Porque Bolaños y Robles habían sido recibidos por el vicepresidente Ossorio, Ayuso les había estrechado la mano correctamente, les citó en su discurso… Parecía que lo peor había pasado, pero no.
El Gobierno insiste en que las CCAA no pueden elegir «al ministro X o al ministro Y, como si fuera un catálogo». «¿Y si esto lo hubiera hecho Aragonès?», plantean
Tras el enfrentamiento, los dos ministros y los cargos y candidatos socialistas huyeron de la Puerta del Sol y se refugiaron en la cercana taberna Casa Labra, donde se fundó hace 144 años el PSOE, para departir y tomar algo. Bolaños se marchó enseguida, quejándose de la escasa «hospitalidad» de la Comunidad de Madrid. Él además se encontraba indispuesto, y lo estaba desde el sábado, razón por la que de hecho tuvo que ser relevado por Robles en el acto de presentación de la candidatura de la exministra Reyes Maroto el domingo. Por ese malestar él se ausentó unos minutos durante el discurso de Ayuso, explicaban en su entorno. Por eso se le podía ver algo lívido en su posterior declaración a los medios. Pero eso quizá sea lo anecdótico de un Dos de Mayo electoral, áspero, extraño y subido de tono como pocos. Un ingrediente pesado para un 28-M próximo y a cara de perro.