No hay nada más estimulantemente seductor que colarse en la vida de aquellas personas cuya historia está intrínsecamente ligada a la de toda la humanidad. Comer en la misma mesa, dormir en los mismos aposentos, compartir su mismo oxígeno acaba convirtiendo los detalles más anecdóticos en algo universal. Esto es lo que consiguió Maggie O’Farrell al escribir una novela como Hamnett y que vuelve a hacer con El retrato de la esposa (Libros del Asteroide).
La escritora norirlandesa pasa de escarbar en la historia familiar de Shakespeare, a introducirse en la intimidad de una de las familias más poderosas del siglo XVI, los Medici. En concreto, O’Farrell se interesa por la vida de Lucrezia de Medici, la quinta hija del II Duque de Florencia, Cosme I de Médici, y su esposa Leonor Álvarez de Toledo.
Inspirada por el poema que alude al enigmático retrato de Lucrezia que pintó Bronzino escrito en el siglo XIX por Robert Browning (Mi última duquesa), la autora británica indaga en las luces y las sombras que inciden en la vida de una cortesana marcada por sus obligaciones aristocráticas.
Maggie O’Farrell reinterpreta, con su habilidad para camuflar la ficción en la realidad, un turbador episodio en la Italia renacentista con implicaciones directas a la corona española. Pues el matrimonio forzado de Lucrezia con el príncipe Alfonso de Ferrara no tenía más intención que sellar un acuerdo de paz entre Hércules II de Este y Felipe II de España. En un principio, el príncipe se casaría con María de Cosme de Médici, la hija mayor de Cosme I, aliado del rey español y mediador en el Tratado. Sin embargo, María murió antes del convite y fue así como Lucrezia acabó prometida con Alfonso cuando apenas era una niña.
El retrato de una casada explora el arco emocional de una adolescente obligada a convertirse en mujer. Una niña que, noche tras noche, se entrega con miedo y dolor a su marido, incapaz de engendrar descendencia. Esta novela funciona además como una reflexión sobre la violencia machista y los abusos en la edad de la inocencia. Alfonso, su marido, pasa de ser apuesto, cariñoso y seductor, a ser un hombre completamente desquiciado y desesperado, capaz de caer en los comportamientos más miserables y violentos, al estilo de Enrique VIII.
Lucrezia sobrevive en la hostilidad de su matrimonio gracias al mundo que encuentra ahí fuera, un lugar donde puede aprender, dibujar y disfrutar del estímulo de la naturaleza como si fuese un cuento de hadas. Una realidad paralela en la que demuestra ser mucho más que una mujer educada para ser la mujer de un príncipe.
En El retrato de casada, Maggie O’Farrell recrea un mundo de sexo, violencia, traiciones, crímenes y fantasía. Una novela que retrata las circunstancias de una niña sometida, primero por su familia y después por su marido. Sin embargo, el personaje de Lucrezia no se refugia en el victimismo ni en la inoperancia. O’Farrell nos la presenta como una joven creativa, curiosa, inquieta y rebelde. Una adolescente cuyo trágico destino ya está escrito, pero por la que la escritora nos invita a seguirla y descubrir su historia.
La escritora de Hamnett se adentra en la anécdota histórica para refrescar el pasado y provocar la emoción gracias a una de esos relatos en los que queda el poso de lo que hubiera podido ser, pero con la crudeza de lo que finalmente acabó siendo.