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“No soy feminista, lo fui pero ya no”

A Ana Iris Simón (Campo de Criptana, 1991) se la conoce por Feria (Círculo de Tiza). Por ese libro en el que se contaba a ella y a su familia, que reventó las listas de ventas en España y que creó un debate sobre qué era y qué no era ser puramente de izquierdas. También por aquel discurso embarazadísima ante el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cantándole las cuarenta.

Ha sido la defensora de volver a tener. De querer vivir como lo hacían antes y con lo que lo hacían antes. Habla mucho de la familia, de los niños, de la tradición. Se considera de izquierdas, muy de izquierdas, y muchos la tildan de musa de la derecha por compartir con ellos más formas que fondo.

Criticada hasta la saciedad por lo que ella llama «el progresismo», defiende unas ideas poco «pop» y las defiende con fuerza. Tras el éxito de aquel primer libro, dice que ahora solo le queda decepcionar y está preparada para ello.

Pregunta.- Desde la izquierda le han llamado musa de la derecha por defender a la familia tradicional y por anhelar una vida como la de sus padres. 

Respuesta.- Me han criticado desde la izquierda más institucional. Desde la izquierda que precisamente está en las televisiones día y noche, en las radios, en los grupos mediáticos más importantes de nuestro país e incluso en el Congreso. A mí me escriben un libro en contra que se llama Neorancios, con un yugo y unas flechas, y una de las que participa es una diputada de Podemos. 

Tenemos una izquierda que echa piedras discursivamente todo el rato sobre el concepto de familia e incluso habla de abolirla

ANA IRIS SIMÓN

Creo que el problema con la familia está tanto en la izquierda progresista, postmoderna, como en la derecha liberal. Por un lado, a cierta derecha se le llena la boca con las familias y luego en la práctica no trabaja en ayudarlas a tener buenas condiciones laborales ni se mueve para que haya un servicio sanitario público que les dé garantías o una educación pública de calidad para los niños. Por otro lado, tenemos una izquierda que echa piedras discursivamente todo el rato sobre el concepto de familia e incluso habla de abolirla y de familias excepcionales, diversas… Como dando a entender que la tradicional tiene menos valor. Algo que también le pasa a la derecha si hablamos de monoparentales o padres divorciados.

Las dos están muy centradas en la forma de las familias y no en el fondo, que es el amor y el cuidado. Entonces, tanto por un lado como por otro, veo muchas fallas en un sentido teórico y en un sentido político. 

P.- Tenemos un problema con la natalidad, no nacen suficientes niños, pero lo seguimos tratando sólo en clave individual y esquivando tabús.

R.- El otro día había una campaña de la Generalitat por el 8M, creo que era de la Generalitat, que decía: «Que nadie te diga cuándo tienes que ser madre». Puff… Es que te lo dice la biología. El cuerpo caduca, tanto el de la mujer como el del hombre pero es que el de la mujer caduca antes y no podemos vivir de espaldas a la realidad material y al hecho biológico de que sí que hay algo que te dice cuando eres más apta y menos apta. 

Es un hecho que cuanto más joven eres, menos riesgo hay para ti y para tu bebé. También es un hecho que hay todo un entramado farmacéutico montado para que tú seas madre más tarde porque de ello se van a beneficiar las clínicas de reproducción asistida y la industria farmacéutica. Es tabú hablar de esto, de que se pasa el tiempo, pero es una tontería. Al final tenemos que ser mucho menos estúpidos en muchos sentidos y uno de ellos es este.

No tenemos que tener miedo en señalar a un sistema que fomenta y que nos está lanzando propaganda, propaganda y propaganda para que lo único que hagamos sea consumir y producir, y no exactamente niños. No tenemos que tener miedo y sobre todo desde posturas más anticapitalistas a decir que nos quieren sin hijos porque cuanta menos descendencia tengas menos lucharás por dejarles un mundo justo, que cuando realmente te comprometes con la sanidad o la educación pública es cuando la usan tus hijos. 

Hay un artículo que a mi me encanta de Alberto Olmos que dice que ahora tener una familia es como ser de la Falange. A las mujeres se nos hace aspirar a ser esa portada del New Yorker que hizo hace un par de navidades en la que salía una chica con un mac, unos lexatines, con comida a domicilio y un gato. Al final no solo mucha gente se vio representada en esa portada, sino que mucha gente lo vio como algo aspiracional. 

Pero es que es el modelo que nos enseñan en la televisión, en las series… Que tienes que hacer muchas cosas antes de asentarte. Muchas cosas es consumir y producir y asentarse es tener hijos, y luego cuando tienes una familia lo llaman «cargas familiares». La rémora que te hace no progresar económicamente, la rémora que te hace no poder irte de viaje a Tailandia… Entonces yo creo que la sociedad en general te mira como algo extraño.

P.- ¿Como cuando te vas a vivir fuera de la M30 porque quieres?

R.- (Ríe) Te diría que lo de dentro de la M30 es un estado mental, uno piensa que es de dentro de la M30 incluso viviendo como yo en Aranjuez. Todo lo que se produce, se produce desde Madrid, y es muy complicado pensar más allá. 

Yo vivía en Malasaña y vivir allí había sido el objetivo de mi adolescencia y primera juventud. Pensaba que el centro de Madrid, cuando vienes de sitios más pequeños, hace que tu visión del mundo se amplíe. Pensaba: «Cómo se va a enriquecer mi visión del mundo, mucho más que aquí en mi pueblo donde la actividad cultural es mucho más limitada». 

Si me tuviese que hablar a mi yo de entonces le diría: «Sal de Malasaña y date cuenta que es parecido a vivir en una secta»

ANA IRIS SIMÓN

Pues cuando me vuelvo a vivir aquí (a Aranjuez) me doy cuenta de que ha sido todo lo contrario, que mi visión del mundo se ha constreñido y se ha cerrado precisamente por vivir en Malasaña, porque allí me relacionaba con gente de mi mismo status socio-económico, de mi misma edad, con la misma visión del mundo que yo, que votaba a los mismos partidos que yo y que incluso vestía como yo. Sin embargo aquí o cuando voy a mi pueblo me relaciono con el que vota distinto, con gente de distintas profesiones, de distintas clases sociales… Si me tuviese que hablar a mi yo de entonces, si tuviera que darle un consejo, sería este: «Sal de allí y date cuenta de que es parecido a vivir en una secta».

Allí piensas que eres muy especial cuando eres muy igual a todo el mundo, probablemente te piensas antisistema con el pelo azul y ese corte, y es que te lo ha vendido Netflix y sólo estás cumpliendo con el paradigma que se ha diseñado. 

A mi con la pandemia se me da la oportunidad. A muchos nos sucedió, la pandemia generó un proceso que ya se venía dando de manera natural y es que muchos no queríamos seguir viviendo en Madrid. Trabajaba en el centro, entonces tenía que vivir cerca si no quería chuparme dos horas de tren, que encima cada vez funciona peor, y me echaron del trabajo. Vice cerró y ya no había razón ni motivo para seguir viviendo allí. Me vi con dinero, 10.000 euros de la indemnización, y en el paro y me pensé rica y me fui para ver qué salía. 

P.- Y salió Feria y un niño.

R.- Mira, yo me enteré de que estaba embarazada justo cuando recibí el primer ejemplar de Feria. Entonces, todo el proceso de promoción y ver cómo crece y todas las polémicas suceden en paralelo a un embarazo y a tener a mi hijo y eso creo que también me ayuda mucho a no obsesionarme con la maternidad, que ahora es muy fácil hacerlo porque en Instagram hay un montón de profesionales de la maternidad en lugar de madres, y también para no obsesionarme con el proceso de ir convirtiéndome poco a poco en una figura más pública de lo que era. Al final tengo dos niños para los que soy mamá, no soy Ana Iris ni soy nada más. 

P.- Pasas de no creer a ser una ferviente católica.

R.- A mi no me bautizaron porque mi padre es ateo militante. Hay muchos que no son sólo descreídos sino que quieren que nadie crea, pero su madre, mi abuela, no solo creía en Dios sino que creía en las tradiciones populares y vivía una religiosidad popular que viven muchas mujeres en España y que a mí me encanta. 

Es a través de mi abuela que descubro a Dios y descubro esa dicotomía entre las explicaciones que me daba mi padre ante la muerte. Por ejemplo, se murió una niña de mi colegio cuando yo tenía cuatro años y me dijo: «Bueno, pues se ha muerto y se la están comiendo los gusanos y a esos gusanos los pájaros y entonces ella va a viajar y a volar». Entonces mi abuela me cogió por detrás y me dijo que me olvidase de las tonterías de mi padre, que la niña estaba en el cielo con los angelitos. 

En la confirmación aprendo un montón y descubro a Dios de manera adulta. Creo que es una historia bonita»

No sé si es porque mi abuela muere pero yo decido hacer la comunión, por lo que me bautizo con 9 años. Luego me alejo completamente, sobre todo en mi adolescencia, quizás porque es lo que está prescrito para los chavales, el ateísmo y disociar fe y razón como dos cosas que están enfrentadas cuando son dos explicaciones del mundo que no son incompatibles. Es después, cuando vivo en Malasaña, cuando empiezo a ir a la iglesia del padre Ángel, que está allí en Chueca, y que me parece que es lo que debería ser la Iglesia: un lugar siempre abierto donde va la gente sin recursos. 

Luego conozco a mi actual pareja y él me dice: «Nos tenemos que confirmar juntos». Y en la confirmación aprendo un montón y descubro a Dios de manera adulta. Creo que es una historia bonita. 

Ahora mis hijos no están bautizados pero porque no encontramos padrinos. No quiero a alguien que ha hecho la confirmación pero no cree en Dios, quiero la figura del padrino que le pueda dar una educación religiosa y en la fe, al que pueda ir a consultar cuando tenga dudas y que le provea de unos valores católicos. No me vale alguien que no crea en Dios y es muy muy complicado de encontrar.

P.- La izquierda y el ateísmo y la derecha y la fe, ¿se vende en packs?

R.- El otro día me reí un montón porque estaba con Paloma Cervilla en una tertulia de Cuatro. Tenemos posiciones políticas opuestas pero como es natural en todas las esferas que no son el Congreso pues nos llevamos muy bien. Bueno, pues estábamos hablando de los realities como el de Georgina y yo le decía: «Mira Paloma, es que yo creo en la lucha de clases»; y me decía ella: «¿De verdad? ¡Qué cosa más antigua!». Y luego le conté que era católica y se sorprendió mucho por el hecho de que apoyara la lucha de clases y fuese católica y creo que sí que sorprende mucho, que parece que hay que comprar un paquete concreto. 

Aunque creo que está más en lo que nosotros contamos como periodistas que en la calle, donde la realidad es mucho más rica. Aquí tengo la encíclica del Papa, Fratelli tutti, que tiene mucho más que ver en materia migratoria o en materia de derechos sociales con lo que opina una persona de izquierdas que con lo que opina una persona de derecha liberal. 

P.- En una entrevista a David Lema le dijiste que eras muy clasista.

R.- Sí que lo soy, por eso veo los realities. Y en cierto sentido está bien ser clasista con el 1% que posee el 90% de todos los recursos. Me puse Soy Georgina y hasta me aburría, es todo tan cliché. Mi pareja siempre me dice: «No entiendo cómo conjugas el odio de clase que tienes interiorizado con ver estos realities de mujeres ricas diciendo tonterías».

Pues me lo veo todo y lo hago para decir: «Pues son peores que nosotros». Creo que es algo humano. Pero claro, con el tiempo, y cuando conoces a gente que tiene mucho dinero te das cuenta que son normales y muchos maravillosos. A mí los que me hacen mucha gracia son los ricos que parecen José Mota haciendo de rico, como la historia esta del señor de la piscina en La Moraleja que fue con la querida… Me gusta pensar que todos los ricos son así pero la realidad es más compleja y te destroza un poco el relato. 

P.- ¿Qué te parece la nueva campaña del Ministerio de Igualdad de «tenemos que hablar de la regla y el sexo a los 60»?

R.- Me parece que están descubriendo la rueda. Parece que nuestras madres y abuelas fueron pobres mujeres detrás de una cortina y me parece como poco inocente y como mucho reprochable. Hay que decirles: «No metáis mi dinero en hacer el idiota».

El feminismo que representa el Ministerio de Igualdad se basa en pensar que están inventado el mundo y las cosas ya se inventaron hace mucho tiempo y es de ley reconocerlo. 

P.- ¿Es un tema más propio de una conversación universitaria que ministerial? 

R.- Un target importante del Ministerio de Igualdad son adolescentes muy comprometidas con el feminismo de este tipo, no tanto de clase, ni que tenga que ver con la violencia machista y las grandes causas tradicionales del feminismo si no con causas más identitarias y más pop como pueden ser la representación de la mujer en las películas, el test ese para ver cuántas mujeres salen, el sexo durante la regla o la diversidad de los cuerpos como si los cuerpos no fueran diversos antes. Tiene un target importante en la universidad y al final son como una empresa, ya que cada cuatro años se la juegan con los votos.  

P.- ¿No te sientes identificada con este feminismo o con el feminismo?

R.- Mira el otro día en la tele en el 8M me sentaron en el lado izquierdo, donde se sentaban las mujeres de izquierdas y estaban unas a otras, con las de la derecha, diciéndose por qué unas eran más feministas que otras. Me sorprendió mucho que había un consenso: todas eran feministas y discutían sobre qué era el feminismo. Entonces yo dije que yo no era feminista, que hubo unos años en los que sí porque estaba influida por el caso de la Manada y porque alguna de mis amigas había sufrido violencia sexual, pero que ya no. Lo dije en la tele y al presentador se le cayó un ojo y luego el otro. 

No soy feminista porque el feminismo no es la igualdad es una teoría política que cree en una visión del trabajo, de la Historia, de todo lo que no comparto»

Al final le dije muy bajito y muy mal que yo en lo que creía era en la lucha de clases y que no creía que la mujer fuera un sujeto político independiente. Que obviamente existe la violencia machista y la violencia sexual se ceba con las mujeres pero también hay muchos niños que sufren violencia sexual y no se piensa tanto en el sujeto político «niños». El feminismo es una teoría política muy concreta que tiene una visión del mundo y una visión de la Historia. Por ejemplo, yo no creo en la Historia como la opresión del sexo masculino contra el femenino, yo creo en la Historia como la opresión de los ricos a los pobres. 

P.- ¿No eres feminista?

R.- No lo soy porque el feminismo no es la igualdad, es una teoría política que cree en una visión del trabajo, de la Historia, de todo que no comparto y reducir una teoría política compleja a la igualdad del hombre y la mujer, pues no. Aparte yo creo en la igualdad de la mujer y el hombre pero es que creo en la igualdad de todos los hombres, creo que la kelly que limpia el hospital debería ser mucho más igual a Ana Botín, así que una teoría que dice que Botín y la kelly son lo mismo a mí no me parece operativa en muchos sentidos. 

P.- Entonces no estás de acuerdo con la ley de Paridad.

R.- ¿Paridad de qué? ¿De género? ¿Cuándo se va hacer una cuota de clases, por ejemplo? El hecho de que haya más mujeres en los puestos de poder pues… Me gustaría más que las empresas del Ibex tributen igual que el resto de empresas, que Menganita o Manolito estén en el poder es que me da bastante igual y creo que es una cosa más de lavado de cara. 

P.- ¿Y la ley trans?

R.- No tengo mucha opinión pero ser mujer no es un sentimiento. Me hace mucha gracia lo del sexo asignado al nacer. ¡A tu bebé le asignan un sexo al nacer! No ya un género, que podemos estar de acuerdo que es un constructo social más o menos natural que lleva aparejado una estética o unos roles en sociedad, sino el sexo… Ostras, yo creo que viene asignado.

Cuando tengo estos debates con amigas me dicen: «No, porque existen los intersexuales y existe gente con anomalías». Pues claro que existen, obviamente que existe la excepción, pero existe la norma y la norma es que todos tenemos XX o XY y que nacemos o machos o hembras igual que absolutamente todos los animales. Es anticientífico pensar que no es así.

Cuando se feminiza la política se dan los debates más virulentos que hemos visto»

Me da la sensación de que este debate, en el que estoy muy al margen porque hay cosas que no alcanzo a entender, sobre todo es muy violento tanto por la parte del feminismo radical que habla del borrado de las mujeres, que habla de que las cuotas no van a tener sentido, como la parte más queer que las ataca y van con camisetas que ponen: «Kill the terf». Hay una virulencia y se ha aislado tanto a las feministas radicales de este debate… El otro día en el acto de Irene Montero que invitaba a las del escrache a subir y luego: «Ay, no podéis subir porque no hay escalera». Supongo que ella estaba en el escenario porque le habría dejado un helicóptero. Uno a Pam y otro a ella. 

Pero, ¿por qué no ha contado con esas voces y porque lo excluyes y luego te lavas la cara en un acto diciendo subir subir pero no hay escalera? Luchas y posturas irreconciliables donde no se tiene la posibilidad siquiera de debatir, es decir que cuando se feminiza la política se dan los debates más virulentos que hemos visto. 

P.- El otro día hablaste en la televisión de las «reformillas» del Gobierno y se te echaron encima. 

R.- Hablábamos de la reforma de las pensiones y me acordé de la reforma laboral. Cuando se aprobó, hace un año más o menos, yo escribí que la reforma de Yolanda Díaz era un poco como cuando pides la Nancy y te traen la Fancy, que se parecen, pero tú sabes que no era exactamente lo que habías pedido. 

Entonces, por ejemplo, no recuperar los días por año trabajado ante un despido improcedente que había antes de la reforma del PP y querer vender esa reforma laboral como la que va a cambiar la vida de los trabajadores en este país por pasar de llamar fijos discontinuos a los temporales es tener un poco de morro porque realmente no es la reforma que esperábamos. 

Al final, los límites de socialdemocracia son estrechos y querernos vender pequeños parches o pequeñas reformas, algunos de los cuales cambian la vida de muchos trabajadores como la subida de las pensiones no contributivas, como algo radical y transformador y no es así. 

P.- ¿Son los abuelos el bono social de las familias, como dice la ministra de Hacienda?

R.- Me parece que en muchos casos se habla de la familia, sobre todo por parte de la izquierda, como sustituta del Estado y eso ocurrió a raíz del 2008 que fue cuando vimos que tras el fracaso del estado de bienestar eran las familias las que tenían que asumir lo de ayudar a sus hijos en paro o a sus nietos. 

Eso está perfecto y tiene que darse pero la familia no debe ser un sustituto del Estado. Ante las ayudas que yo no doy o lo que yo no puedo garantizar no puedes llamar a los abuelos. Un cargo público que trabaja por el bienestar de las familias no puede decir: «Tengo que subir las pensiones porque al final es el abuelo el que le va a dar un pellizquito al hijo separado o a los que no llegan a fin de mes». Pues no mira, es que tú te tienes que ocupar de subir los salarios, tú te tienes que ocupar de que la temporalidad laboral sea mucho más baja… O sea, no puedes vender la familia como sustituto en ningún caso del estado. 

P.- Hay muchas críticas a ese incremento de las pensiones que acaba de aprobar el Gobierno. 

R.- A mi parece que hablar de las pensiones desligándolas del debate sobre el estado de nuestra economía general no tiene ningún sentido. A la larga todos seremos pensionistas y si no hablas de la temporalidad laboral de los jóvenes que están sosteniendo y van a sostener todo el sistema de pensiones es que no hay debate. 

Tenemos que trabajar para que los pensionistas futuros que ahora están sosteniendo a los actuales tengan unas condiciones dignas. Si no, no es sostenible ni a la larga ni a la corta por lo que creo que debatir de las pensiones sin hablar del trabajo digno, del dato de que los jóvenes hoy cobran el 50% menos de lo que cobraban sus padres cuando eran jóvenes en los 80, de tantas cosas… Es absurdo. 

Otro tema además es que se tiene el debate enfrentando generaciones: «No, es que tú cobras un salario de miseria porque tu abuelo que tiene la pensión máxima cobra x». No, mira, es que no se trata de enfrentarnos generacionalmente sino de decir que lo que más tienen contribuyan más, algo que está haciendo muy bien este Gobierno. 

P.- ¿Qué se escribe después de que tu primer libro sea un éxito como Feria?

R- Pues un pinchazo absoluto. Escuchaba la historia de Almudena Grandes y, sin querer compararme, García Montero contaba que después de su primer libro (Las edades de Lulú) el segundo le fue muy mal y que él le escribió un poema para consolarla. Cuando uno recibe tanto cariño como el que he recibido yo, que también he recibido muchas críticas, muchas veces piensa que sólo puede decepcionar así que vas con mucha tranquilidad. 

Cuando uno recibe tanto cariño como el que he recibido yo piensa que sólo puede decepcionar, así que vas con mucha tranquilidad» 

Por otro lado, me da rabia haber perdido la inocencia. Ayer hablaba con los chavales de la universidad y me preguntaban si no me había dado miedo contar la historia de mi familia y les dije que no porque por una parte mi generación está acostumbrada, lo contamos todo en stories en Instagram, y por otro lado estaba escribiendo un libro para mis padres, para mi hermano y cuatro más… Entonces perder esa inocencia y tener que conquistar la libertad de decir ciertas cosas cuando sabes que ahora las va a leer mucha más gente es lo que más miedo me da. 

P.- ¿Miedo a equivocarte o miedo a una manada de haters?

R.- Antes yo era redactora en Vice, tenía algún que otro seguidor en Twitter, decía lo que me daba la gana y bueno, no pasaba nada. Ahora es algo que tengo que trabajar, pensar en si lo digo o no lo digo. Piensas si al final lo que vas a decir es tan importante como para aguantar el pollo que te van a liar. 

Creo que también la libertad muere mucho más por autocensura que por censura. A mi en Vice me han censurado un tema solo que era de Inglaterra, donde tenían la matriz ante la que respondíamos. En El País nunca me han censurado nada y en Telva tampoco, entonces creo que los periodistas nos autocensuramos más de lo que nos censuran y hay que trabajar para que no sea así, por no decir: en este debate no quiero ser participe porque sé que me van a venir hordas de gente…

P.- ¿Qué más cambia tras Feria?

R.- Ahora que estoy trabajando en un proyecto que tiene que ver con mi vida actual me doy cuenta de que sigue siendo igual. Tengo la suerte de poder trabajar en casa, por lo que estoy todo el día con mis padres, con mi hermano, con mis hijos… La gente me dice: «Pero si ahora vas a la tele». Bueno, voy a la tele una vez a la semana o en verano voy a la radio pero normalmente estoy cambiando pañales, tomándome un café con mi madre o yendo a casa de mi padre a recoger a mis hijos. 

Lo que no queda es la precariedad que tenía entonces y he conquistado mucho privilegio a raíz de escribir Feria. Ahora puedo permitirme pagar un alquiler de manera holgada cuando antes no podía apenas pagarme una habitación.

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