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¿Qué está fallando con la violencia machista?

En España hay 11 mujeres que el 1 de diciembre estaban vivas, pero hoy no se sentarán a cenar en Nochevieja con sus familias porque han sido asesinadas. Desde el domingo ha habido una muerte por violencia machista cada 24 horas, diciembre es el tercer mes más mortal desde hace 19 años y el más trágico de 2022. Son ya 49 las mujeres asesinadas en el último año, lo que ha hecho que salten las alarmas y saquen a relucir el problema que viven las víctimas.

Esta misma semana el Ministerio de Igualdad, de Interior y de Justicia, alertados por el repunte de casos de violencia machista, se reunían por primera vez en una sesión de un comité de crisis de violencia de género para analizar la situación. El ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha informado que su departamento está trabajando en mejorar el sistema VioGén, destinado a la protección de las víctimas de violencia de género, en lo referido a los agresores persistentes.

La secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, ha calificado la situación de «extrema gravedad» y ha considerado las cifras «muy preocupantes». Pero, ¿qué está fallando? ¿por qué tantos casos de violencia machista este mes de diciembre? «Las épocas del año donde hay más casos son durante los periodos vacacionales, en verano o Navidad y estas son las primeras de verdad después de la pandemia», apunta Beatriz Durán, psicóloga experta en violencia de género.

Aún así, le llama mucho la atención que hayan sido «tantas víctimas mortales, sobre todo en caso de mujeres que habían denunciado». Y es que, en al menos seis casos, existían denuncias previas. «La denuncia no es un escudo, ojalá lo fuera. Es el primer paso, pero no el último», expone la psicóloga.

Desde que salieran a la luz estos últimos casos de violencia machista, se han barajado diferentes hipótesis sobre qué es lo que pasa. «Está fallando el sistema», apunta Natalia Morals, presidenta de la Asociación Somos Más, que ayuda a mujeres víctimas de violencia machista. Para ella, el protocolo de atención a la víctima tiene que cambiar. Junto a su hija fue víctima de violencia machista durante 7 años y cuando ve los feminicidios de los últimos días piensa que ella podría haber sido una de esas mujeres muertas. Además, le preocupa que el repunte de estos casos llegue a normalizar la violencia. «Cada vez que la sociedad ve un asesinato, piensan que es otra, y otra, y llegan a normalizarlo, pero no es otra, es una más», expone.

La secretaria de Estado de Igualdad considera que debería de haber más comunicación entre las instituciones, y «reforzar muchos actores institucionales, no solo aquellos que trabajan en violencia específicamente». «Cualquier mujer o sus hijos son usuarios de todos los servicios públicos, van al médico, van al cole o pueden llamar a urgencias por otra materia. Todos estos actores deberían detectar también casos de violencia de genero», ha apuntado la secretaria.

Hay mujeres que ni siquiera son conscientes de lo que están sufriendo, por eso recomiendan que sea el entorno o las propias instituciones quienes estén al tanto para detectar estos casos. «Los protocolos de intervención no solo tienen que estar en un servicio de mujeres maltratadas, tiene que ir desde la recepcionista de un ayuntamiento a la limpiadora porque ve una cosa fuera de lugar y detecta algo», expone la psicóloga. «Los protocolos en la policía o en un centro de mujeres generalmente funcionan, pero hay que instaurarlo en todos los sitios donde cualquier ciudadano pueda acudir, como los centros sanitarios o los colegios», añade.

Es mejor venir con una bofetada en la cara, que con 5 años de maltrato psicológico porque no lo vas a conseguir demostrar»

En su caso, muchas de las pacientes que acuden a consulta no son conscientes de que sufren violencia, y es la propia psicóloga quien tiene que abrirle los ojos. Cuando detecta un caso, espera por lo menos a la segunda sesión para comunicárselo porque «si no no vuelven». Aún así, suele apuntar el nombre de su pareja o expareja, les pregunta dónde viven e incluso les pide el número de teléfono. «A veces los maltratadores me han llamado haciéndose pasar por otra persona para ver qué es ese sitio porque lo han visto en los teléfonos de sus parejas, y como tengo guardados los números sé quiénes son y he podido frenarlos, aunque en otros casos ya me he dado cuenta en la propia consulta», cuenta Durán. 

Marta, la víctima que acabó en la ruina económica

Marta tenía 41 años cuando se plantó en comisaría con una abogada de oficio. Le acompañó para declarar que había sufrido violencia machista psicológica durante 5 años, aunque hasta ese momento no fuera consciente de ello. El primer año de pareja fue muy bien, pero a los meses su pareja se convirtió en otra persona. Tenía ataques de ira, hubo algún empujón y llegó incluso a romper alguna puerta y a enfrentarse contra un vecino, pero nunca le llegó a pegar, «sabía que eso me marcaba», cuenta Marta en una conversación a El Independiente.

Su pareja quería que se quedara embarazada y, al ver cómo cada mes le bajaba la regla, le obligó a dejar el trabajo. Aún así, le pedía todas las subvenciones que ella recibía. Durante esos años, le pedía dinero en pequeñas cantidades para «cosas» que tenía que pagar. Si suma todo el dinero que le pidió desde el inicio de la relación la cantidad alcanza las 6 cifras. Llegó a darle el último céntimo, hasta tal punto de no poder permitirse poner la calefacción durante Filomena con las temperaturas bajo cero en algunos puntos de España.

Un día, tras 6 años de relación, él se fue y ya no volvió. Esas semanas tras el abandono fueron claves para que ella abriera los ojos y se decidiera a ir a un centro de mujeres para pedir ayuda. Al ver que se trataba de un caso de violencia machista, le derivaron a una abogada de oficio con la que apenas habló y directamente acudieron a comisaría a poner la denuncia. Durante todo el proceso judicial Marta se sintió juzgada tanto por los policías como por la jueza. Nada más poner la denuncia, la abogada le dijo una frase que jamás olvidará: «aquí es mejor venir con una bofetada en la cara, que con 5 años de maltrato psicológico porque no lo vas a conseguir demostrar». 

Y, efectivamente, no lo pudo demostrar. Ni siquiera presentando los movimientos bancarios lo admitieron, le creyeron a él. Aún así, Marta continúa pendiente de varios trámites judiciales y sigue acudiendo a una psicóloga para intentar curar esa herida que parece que nunca se va. Durante el juicio, apenas unos meses después de que él la abandonara, echaban en cara a Marta que no hubiera denunciado antes, pero como indica Natalia Morlas, presidenta de la Asociación Somos Más, «no hay que juzgar ni dudar de las víctimas, cada una tiene su momento de denunciar». En su caso, que fue víctima de violencia machista durante 7 años, llegó un punto en el que su cabeza le hizo «click», «una noche pensé «hoy me mata», y en vez de cerrar las persianas y que no se viera nada, esa noche salí y denuncié».

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