El 14 de mayo de 1998 los pájaros cantaron de forma diferente. La Voz se había ido, el hombre sobre el que se construyó el mito finalmente se marchó de este mundo tras haberlo hecho múltiples veces con anterioridad para siempre acabar regresando. Aquel aciago día la música se despidió definitivamente de Frank Sinatra, dejando una especie de irremplazable orfandad en todas esas generaciones que crecieron con sus canciones.
Sinatra tenía 82 años, más de los que se hubieran esperado tras una vida en la que tantas distintas habrían cabido. No pilló a nadie por sorpresa, llevaba ya tiempo muriéndose, pero la sola presencia de aliento en su cuerpo acrecentaba la leyenda de su inmortalidad.
Entonces llegaron los elocuentes obituarios, los homenajes en primera plana y los suplementos especiales. «Sus romances requirieron muchos centímetros de tipografía. Se hicieron recuentos de su feroz temperamento, de sus brutalidades, de sus violencias etílicas. Algunos lo describían como un patán o como un monstruo, cuyo comportamiento solo se redimía gracias a su talento. Leímos breves bitácoras de su odisea política, desde la izquierda hasta la derecha. La sombra que la mafia proyectaba fue también parte inevitable de las historias. Y no faltaron tampoco los relatos de su particular generosidad con amigos y desconocidos». Así comienza ese gran obituario titulado La Voz. Por qué importa Sinatra, que escribió el periodista y escritor Pete Hamill y que edita ahora en castellano Libros del Kultrum.
«No importa ya qué canción canta, ni quién escribió la letra: son sus palabras, sus sentimientos, los capítulos de la novela lírica que componen su vida»
Gay Talese, Sinatra Has a Cold
Un libro que, al igual que hizo Gay Talese en su día con Sinatra Has a Cold, trata de escudriñar en las razones de su iconicidad a través de un recorrido por su vida y su música. «Sinatra se ha ido ahora, llevándose consigo toda su ira, crueldad, generosidad y personalísimo estilo. Queda la música», escribe Hamill.
Y es que el biógrafo y amigo del cantante no ignora las excentricidades de su vida pero, más allá del amarillismo evidente que acarrea una trayectoria como la suya, Hamill prefiere dibujar la personalidad del genio sin soltar la mano de su obra, el verdadero motivo por el que aún sigue importando.
Al mismo tiempo que comenta la trayectoria del cantante que empezó con muchas más admiradoras que admiradores y terminó invirtiendo ese orden, también explora esa evolución musical en la que su voz pasó de ser un violín a una viola y de ahí a un violonchelo.
El artista fue el marido al que toda mujer aspiraba a tener, el amante con el que cualquier jovencita soñaba escaparse y también el elegante casanova, solitario y triunfador que todo hombre quería ser. Y es que, tal y como indica el propio Hamill, Sinatra fue la voz romántica que durante la guerra cantaba a esas mujeres, de la edad que fuera, que nunca habían conseguido un novio, para quienes el sábado por la noche era verdaderamente la noche más solitaria de la semana. Pero acabó transformándose tras su redención a mediados de los cincuenta en el Sinatra que usaba sombrero, el swinger cuyas mejores amistades eran hombres.
El gran legado del artista fue esa combinación de voz, dicción, actitud y gusto musical que produjo el sonido Sinatra, su mejor logo. El obituario de Hamill recuerda el papel del artista como la voz de los hijos de los inmigrantes en las ciudades del norte. «Frank Sinatra era la voz de la ciudad americana del siglo XX».
Sinatra fue con toda seguridad una de esas figuras cuyo arte queda a menudo eclipsado por la vida.
Pete Hamill, La Voz. Por qué importa Sinatra
Pero si algo hizo del cantante un auténtico icono fue esa condición de estrella capaz de reinventarse y renacer. Por qué importa Sinatra relata esa oscura época que casi llevó a La Voz al suicido, cuando su tormentosa relación amorosa con Ava Gardner hizo de la vida de ambos un infierno marcado por los celos y el alcohol. Un declive en el que muchos se apoyaron para vaticinar que el sueño se había terminado. Sin embargo, si algo gusta a la sociedad estadounidense más que una historia de redención, es el mito del regreso del héroe. Sinatra se rehizo, ganó un Oscar por su interpretación en De aquí a la eternidad y su fichaje por Capitol Records relanzó su carrera musical reconquistando con creces el éxito perdido en años anteriores.
«Sus imperfecciones eran desconcertantes. Sus crueldades, imperdonables. Pero Frank Sinatra era un artista genuino, y su obra perdurará mientras los hombres y las mujeres sean capaces de escuchar, de ponderar y de sentir», reflexiona el autor al final del libro.
Y es que, pasen 25, 50 o 100 años, por todo el mundo seguirá habiendo quien encuentre en la música de La Voz ese alivio que hace menos triste la soledad y más humano al oyente. La principal razón por la que los artistas en general y Sinatra en particular siempre seguirá importando.